♥Mitad Diamante♥

Mitad Diamante
¿Te enloquece saber lo que pasó después de Esmeralda? ¿Algo narrado desde el punto de vista de alguien más? ¿Alguien cercano a Gwen? ¡La oportunidad está aquí!
Te invito a que leas una referencia de continuación a Esmeralda, narrada por Leslie Hay, la conocida mejor amiga de Gwen, para que diga a detalle lo que piensa acerca de los acontecimientos que le esperarían al paso del tiempo. Amor, amor...

SINOPSIS

Todo había cambiado cuando mi mejor amiga, Gwen, me había dicho que era inmortal. Por un momento creí que eso sería genial: una vida infinita. Parecería como unos de esos vampiros en aquella telenovela de “The vampire diaries”, pero sin los dones de vampiro. Luego lo reflexioné mejor; qué mal.
Me la imaginaba con al menos 80 años: ella seguiría tan fresca como una manzana. Pero yo no, yo tendría las características de una manzana podrida. Cuando llegara mi hora, ella estaría sola, o al menos tendría qué conseguirse a otra amiga que le perdure por varios años, y en su momento encontrar a otra, y así; o que se consiguiera más elíxir para mí. Claro, quisiera.
Da igual, porque ella sería feliz al lado de Gideon. En cambio yo, tendré que vivir en compañía de un mortal como yo. El problema, es que no sé quién será.
Yo soy Leslie Hay, y si conoces a Gwendolyn Shepherd, deberás saber de mí. Al igual que de Raphael, el hermano menor de Gideon de Villiers.

 

Capítulo 1. ¿Por favor?

Me puse a jugar con uno de mis rizos. 
— ¿Qué piensas? —Preguntó Gwendolyn después de darle un mordisco a su panqué de manzana.
—No lo sé. Debe ser genial eso para ti, digo… ¡inmortalidad, vaya cosa! Eso no se consigue en cualquier lugar.
—Lo sé…
— ¿Y Gideon? ¿Tomó elíxir? —Asintió— ¡Mejor! Al menos aseguras una vida completamente feliz. Yo tendré qué seguir buscando.
—Ay, Les, no lo veas de ese modo. Los problemas ya terminaron, ¡y puedes conseguirte pareja en cualquier momento! ¿Qué tal iniciando por Raphael?
— ¿El hermano menor de Gideon? Sonaría raro salir con el hermano del novio de tu mejor amiga, ¿no crees? —Le comenté. Raphael me echaba el ojo desde hace días y no lo soportaba porque debía estar concentrada en resolver problemas y confusiones mías y de Gwendolyn.
— ¡Para nada extraño! Ya hiciste mucho por mí, detective Hay. Deberías hacer algo por ti.
— ¡Sólo fue el comienzo, Gwen! Te esperarán muchas otras cosas más… Iniciando por la boda. Debo estar invitada, ¿eh?
—Claro, sí…—Me las había librado. Aunque a la vez mis palabras cobraban razón: Sólo había sido el comienzo. Veía en su cara algo pícaro: —Pero tendrás que llevar a tu pareja, ¿sí? La boda será dentro de un mes y medio. Tiempo suficiente para que te encuentres a alguien—me dio un codazo suave y juguetón en el brazo.
— ¿Quieres que lleve pareja a tu boda?
— ¡Por favor, Les! No seas aguafiestas. Necesitas tener compañía. Además, la Ardilla ya salió de nuestras vidas, ¡más fácil es todo!
—Oh, me imagino a la pobre Cynthia pensando en la Ardilla…
Y en un instante llegó la mencionada Cynthia:
— ¿Alguien mencionó a una ardilla? —Preguntó aturdida Cynthia.
—No. Simplemente hablábamos del profesor Whitman—respondió Gwen, que de repente me guiñó el ojo.
— ¡Pues no deberían! Aunque, sacando su tema, ¿alguna de ustedes sabe por qué no se presentó a las clases de hoy? Digo, no es que me preocupe tanto, yo estuve junto con Sarah y Gordon festejando que no se presentó…
—Te conocemos, Cyn, ni que fuéramos estudiantes nuevas—respondí—. Él se retiró por cuestiones personales—ésta vez yo le devolví el guiño a Gwen.
— ¡Qué cosa! Su vida marchaba muy bien, ¿por qué se largaría?
—No sé. Pregúntale tú misma al “sexy Whitman” —Bromeé.
— ¡Agh! Les juro que algún día mataré a quien haya hecho eso público…
—Tú misma lo hiciste, Cynthia. Oh, queda muy poco para nuestra siguiente clase, ¿no? —Le comenté a Gwen, para al final podernos librar de Cynthia.
—Oh, sí es cierto…. Deberíamos adelantar camino. 
Ambas nos fuimos de la cafetería, y llegamos a nuestros casilleros para sacar nuestros libros de biología, la clase la daba mistress Counter.
En el momento que cerré mi casillero, después de Gwen, ella estaba a mi lado recargando el hombro izquierda en los casilleros, mirándome con la misma cara picarona, cruzada de brazos.
— ¿Sí o no? ¡Vamos! Harían gran pareja.
—Tú sólo mencionaste que me consiguiera pareja para la boda. No me dijiste con quién salir.
—Oh, es cierto. ¡Pero por favor, prométemelo! ¿Lo conseguirás?
Su rostro cambió de actitud y puso una cara de inocencia, como la de un perro.
—Veré. Pero si llego sola, será porque metí la pala en el lugar equivocado.


Capítulo 2. Sospechas peligrosas

En esa misma semana, Gwen se había puesto algo rara, o más rara de lo normal si se cuenta que todas las tardes se tiene que ir al dichoso Temple a elapsar y hacer su tarea en un sótano de siglos anteriores. Y era porque se veía perversa y victoriosa.
La intriga me dominó y me le acerqué apenas había puesto un pie en el Saint Lennox.
—Hey, Gwen, ¿por qué tan contenta… o algo similar que describa tu rostro?
—Creo que debí habértelo dicho antes, ¡pero es que no nos decidíamos! Bueno, tuve una idea fabulosa hace un par de días cuando fui a elapsar al Temple. Y te beneficiará muchísimo, lo sé… La verdad que ni me la creí al momento que se me ocurrió pero luego se lo comenté a Gideon y…
— ¡Por favor, ya dilo! —Dije exasperada.
—Ya, ya; es que perdí la noción del tiempo. Como dije, hablé con Gideon acerca del plan y creo que a él le encantó la idea tanto como a mí. Decidimos ir a acampar a un bosque cercano a la ciudad… Ya sabes, por seguridad—Wow. Qué extremado pensé en un momento.
— ¿Un bosque? —Pregunté parpadeando varias veces, dando a entender que estaba algo perpleja por la idea.
—Puede sonar extraño pero será divertido—respondió encogiéndose de hombros. Por un momento, me recordó a Gideon.
— ¿Y qué no tienen que ir al Temple a elapsar? Digo, puede que ocurra un salto incontrolado… ¿no?
La duda me entró. Si ellos terminaban encontrándose en otro siglo fuera del presente, tendría que regresar del bosque a mi casa sola o tendría qué esperarlos a que regresaran. 
—Ningún problema. Todo lo tendremos bajo control—terminó la oración con ánimo, y detesté que haya hecho eso.
Las clases marcharon normal: Alumnos sin ponerle atención al profesor, curioseando acerca de lo nuevo y el collar que se había comprado Sarah. Como nadie ponía un mínimo esfuerzo por escuchar la historia de Rómulo y Remo (que llevamos conociéndola desde que teníamos como 11 años) seguí sus pasos y no agudicé lo más que podía el oído por escuchar sus palabras. Lo único que podía escuchar era cómo mi mente decía «algo marchará mal en esos planes, sino; ya está ocurriendo». Jamás estuve tan preocupada hasta el momento en el que Gwendolyn inició a saltar al pasado muchos siglos atrás. Era entonces cuando existía el conde de Saint Germain, o mejor dicho mister Whitman o la Ardilla.
Pero ahora la Ardilla había desaparecido y jamás volvería a regresar porque de ello ya nos habíamos ocupado una vez. 
Y mientras más pensaba en él, los pensamientos me comían viva al recordar el elixír y la inmortalidad. Gwen me había dicho que, al ser inmortal, sólo se puede morir por voluntad propia, ¿y si algún día ella se cansara de su vida y se suicidara? ¿Qué sería lo peor que pudiera pasar? 
Antes de darme cuenta, ya había agarrado el bolígrafo y había pasado una hoja en blanco para escribir. Mis apuntes valdrían mucho algún día, podrían llegar a ser algo mejor y fascinante para el futuro, pero por el momento sólo serían apuntes y suposiciones acerca de lo que pienso y creo.
“Elíxir” fue lo primero que escribí. 
Sospechaba que algo no encajaba bien en las piezas del puzle que se había formado en el momento que Gideon y Gwen se hicieron inmortales. Desde entonces no pasó nada serio entre ellos, no hubo problemas y las preocupaciones se habían ido después de que no se supiera nada acerca de mister Whitman. 
“¿Consecuencias de inmortalidad?”. Lo subrayé para resaltarlo más de lo primero.
“Mal presentimiento”. No pude evitar añadirlo.
“Exhausta”.
Sólo pensar en las tantas cosas que podrían estar pasando en ese mismo momento que yo desperdiciaba en la escuela me recordó que no había descansado desde que inicié el archivero. Ahora que estaba lleno tendría que iniciar otro nuevo.
El profesor arrugó la nariz y colocó su dedo índice encima de mi libreta, donde estaba la hoja con el inicio de un nuevo archivero. Todos al darse cuenta de lo atento que estaba el profesor en nosotros (y en especial de mí), voltearon al frente y provocaron un silencio infernal.
No dijo nada ni me quitó nada. Simplemente me miró por unos segundos con unos ojos fulminantes y volvió al pizarrón a explicar su clase.
No sólo temía a que fisgaran de nuevo la información que recabaría por cuenta nueva, mi temor era que mis presentimientos de algo malo fuesen confirmados por un tornado de noticias malas.


 
Capitulo 3. ¿Brillará como diamante?

Ese mismo día en el almuerzo tuve que rechazar ir con Gwen a sus clases de modales con James, el fantasma.
No podía ver al fantasma, ni mucho menos oírle, pero Gwen lo describía muy joven, de al menos unos 23 años sino menos, evidentemente siempre traía ropa de su siglo y podía ofenderse muy fácil. Por un lado agradecía no poder verlo para no tener que soportar aquello, pero de otro lado lo veía malo porque no podría sacar mis dudas acerca de un mal asecho.
Acompañé a Gwen hasta el gimnasio donde se practicaba basquetbol y antes de todo agregó antes de entrar por las anchas puertas:
—Recuerda: Tienes que ir sí o sí. Además, no sólo seremos nosotros tres.
Durante el transcurso de la anterior clase nunca se me pasó por la cabeza lo del bosque.
Quizás lo que me tenía tan alterada era eso: Pensar que tal vez Gwen y Gideon desaparecían entre los árboles por un efecto de los saltos en el tiempo y me dejaran sola. 
Pero ella dijo que lo tenían todo controlado, ¿no? Podría ser un asunto hecho.
Igual, casi no le daba importancia a eso de que seríamos cuatro porque me imaginaba que Gideon pudo haber invitado a un amigo o Gwen a alguien más. Daría igual, tenía pensado hacer otras cosas.
Contaba con que no la vería hasta que terminara el receso y nadie sospecharía de sus lecciones con James porque Xemerius (el daimon-gárgola que conoció hace poco, más útil que James digo yo) estaría vigilando, así que tenía tiempo suficiente para pensar. En especial para reflexionar.
¿Qué tantas cosas me han sucedido?
Bueno, es difícil implicarse en la vida de la última viajera del tiempo porque, además de que corro el riesgo de que los Vigilantes se enteren de que sé su más pequeño secreto, me somete a temas en los que se debe de utilizar mucho la conciencia y la inteligencia, y aparte la lógica.
Quizás Gwen no se las hubiera arreglado mucho sin mí, pero la verdad es que yo me apoyaba de la información que ella me proporcionaba. El punto era que, ambas no hubiéramos hecho nada sin la ayuda de la otra.
Tal vez, si los Vigilantes supieran que sé de ellos y lo entiendo a la perfección, me quisieran incluir en su círculo perfectamente reclutado de varones, y me convertirían en la primera mujer aliada a ellos. Eso sonaba horrendo, pero a la vez misterioso.
Todo eso se me ocurrió mientras pasaba por los pasillos de la escuela, después de acompañar a Gwen a la cancha de básquet, e iba directamente al patio de la escuela en busca de un árbol con buena sombra. El patio era extenso y seguro, y era mi lugar preferido para tranquilizarme y pensar mejor, más porque estaba suficientemente alejado de la cafetería donde todos se reunían para contarse los nuevos mitotes de la escuela.
Saqué de nuevo la hoja donde tenía las palabras claves de mis sospechas y por primera vez pensé que Gwen podría ser parte de ellas. Todos los Vigilantes ocultan algo, eso lo tengo bien claro, y los involucrados en viajar en el tiempo también. Incluso el más inofensivo puede guardarse algo entre manos. Todo estaba en juego de sí o no.
Mi mano no quería trazar su nombre en la hoja, pero mi mente la obligaba a hacerlo.
“Gwendolyn” apareció después de unos segundos de pensar.
Tampoco pude evitar pensar en los demás viajeros de la línea de los 12. En Margret Tilney… En Paul de Villiers… En Lucy Montrose… En Gideon.
No quería anotar a nadie, eso estaba más que prohibido para mí, como una regla de oro. Me había prometido no rechazar a Gwen por nada que la cambiara y lo estoy cumpliendo, y ahora por un mísero problema que tengo con mis ideas alarmantes empiezo a dudar sobre si seguir esa regla de oro, o no.
No podía arriesgarme a no saber algo más de lo que ocultan para averiguar si algo falla en sus planes de futuro o si todo va a la perfección y yo era la equivocada en sus planes, pero tampoco podía dudar de mi mejor amiga.
Taché “Gwen” y a lado lo reemplacé por “Círculo Interior de los Doce”.
Escuché unos pasos por el pasto acercarse a mí, y sólo fijé la mirada un segundo sin alzar la cabeza para ver una silueta dibujarse en la hierba. Desvié la mirada a mi cuaderno para cerrarlo y guardarlo todo y me levanté de un salto al ver el rostro de Raphael.
— ¿Qué haces aquí? —Le pregunté con una voz ni fría ni tierna. Formal podría ser la palabra cercana a eso.
—Paseando—respondió mirándome a los ojos—. Bonitos ojos.
— ¿Lo dices para que me caigas bien o te fijaste hasta este momento en mis ojos?
Soltó una risita y no contuve sonreír un segundo.
—Lo segundo, creo. ¿Qué hacías…? —Dijo mirando el cuaderno que sostenía entre mis brazos a la altura del pecho. Agaché un segundo la mirada para verle de nuevo y me dirigí hacia él.
—Tarea—mentí.
— ¿Tan rápido? —dudó arqueando las cejas.
—Creo que ese asunto no puedo confiártelo.
—No importa. No creía que me la pasarías—guiñó un ojo como en señal de que entendía de qué tema estaba refiriéndome. Me limité a sonreír de lado y luego escucharle decir: — ¿Irás con Gwen a lo del bosque, la siguiente semana?
—Eso creo—me encogí de hombros sin saber qué decir. No había pensado decirle eso, más bien le hubiera dicho « ¿Cómo sabes de eso? » O « ¿Te lo dijo Gideon? », pero sería algo descortés de mi parte.
—Vale, creo que sí acompañaré a Gideon allá.
Lo miré confundida, pero luego retomé mi posición normal y entendí: Gwen le había pedido a Gideon que invitara a Raphael para no quedarme sola en cualquier caso.
 
Capítulo 4. ¡Sorpresa!

La semana había pasado rápido, pero estaba bien lista para irme de paseo con Gwen y los demás.
No me gustaba pensar que estaría acompañada también de dos personas de sexo opuesto, y más sabiendo que son hermanos y llevan el apellido De Villiers. Antes de que Gwen hubiese ido por primera vez a Temple para registrarse en el cronógrafo, ese apellido me hubiera resultado muy poco popular pero tan elegante y de arrogancia ante todo. Pensaría que al lado de uno de ellos yo me vería como un bicho raro.
Pero no, ellos eran dos hermanos normales (en su sentido) que tienen las mismas oportunidades que yo. O al menos eso quería creer.
Habíamos decidido no pasarla mucho tiempo ahí por precauciones de Gwen y Gideon, así que estaríamos ahí después de que elapsaran y regresaríamos al día siguiente a tiempo para que no ocurra ningún error. Si ocurriera algo no planeado, Raphael y yo nos marcharíamos del lugar y esperaríamos en los límites de esa zona a la pareja.
Raphael y yo éramos como los invitados en ese plan: Lo único que hacíamos ahí era mil veces menos importante de lo que podía imaginar. 
Como habíamos dicho que primero elapsarían por no causar problemas, tuvimos qué esperarlos fuera de Temple porque no nos permitían los Vigilantes entrar, aún si Raphael venía conmigo.
Bien, a él le habían autorizado la entrada pero a mí no.
Por alguna razón él se comportaba muy caballeroso conmigo, en especial conmigo. A Gwen la trataba normal como una simple amiga pero a mí no me quería soltar ni por un segundo.
No me molestaba, ya que prefería quedarme a compañía suya que de cualquier otro, pero a veces me resultaba algo extraño hacerlo. Sonará estúpido decir esto pero su compañía me relajaba.
Era como la entrada a un nuevo paraíso.
Bueno, prefirió quedarse conmigo a esperarlos de su salto en el tiempo en el jardín lleno de turistas, aunque todos se enfocaban más en la limusina en la que habíamos bajado. Sí, era raro decir que nos habían permitido ir con ellos en la limusina pero no ir a ver cómo desaparecían en un abrir y cerrar de ojos.
Pero así eran los Vigilantes: Siempre atenidos a sus reglas. A veces eso molestaba. Vimos cómo los turistas se acercaban a las escaleras por donde habían subido Gwen y Gideon y activaban el flash de sus cámaras para tener una imagen inmortal, como Gideon y Gwen.
Una ráfaga de viento traspasó por mi cabellera y un silencio incómodo me invadió. 
A Raphael también.
—Dime, ¿por qué no te agrado tanto como Gideon? —Inició Raphael, rompiendo ese silencio intimidante.
—Creo que no he dicho nada acerca de ti que sea desagradable—comenté.
—Pero no lo demuestras.
No quería volver a ponernos tiesos y callados por un buen rato. Sabía que teníamos que hablar o hacer algo para no aburrirnos porque aún faltaban tres horas para que volviesen. Y me negaba a hacerlo entrar en razón.
—Bien, ¿cómo quieres que te lo muestre? —cuestioné.
—No lo sé, dímelo tú. Te veo tan feliz a lado de Gwen y cuando llego…
—Pero ella es mi mejor amiga, ¿qué esperabas?
—Lo entiendo, pero el que te pongas… no sé… rara conmigo es otra cosa.
— ¿Rara? ¡Tú te comportas como todo un mujeriego conmigo y con todas, admítelo!
Eso me sacaba de quicio.
Me levanté de un salto de la banda en la que ambos estábamos sentados. Él lo hizo acto seguido después del mío. 
— ¿Mujeriego? ¡Trato de quedar bien, obvio!
— ¿Y ése es tu truco para “quedar bien” con todas, no?
—Vale, tal vez no…—alzó las manos en forma de inocencia y retrocedió dos pasos. Yo avancé dos pasos.
— ¡Lo sabía! ¡Eres un…—no terminé la frase. No sabía qué decir. “Estúpido” decía mi mente. “Asombroso” decía algo profundo en mí.
— ¿Qué soy? —inquirió Raphael.
Me dejé caer de rodillas en el césped y pasé mi mano a la frente. Tanta arrogancia me tenía hasta el colmo.
“Magnífico”.
—Oye…—inició Raphael con tranquilidad, tanta que parecía ser un ángel que se me acercaba. Se puso a mi altura y le miré. Tenía los mismos ojos que su madre y que Gideon—No importa lo que pienses de mí. Yo… pienso que eres especial de alguna manera.
Se me acercó a mí a medida que podía sentir su respiración.
Sabía lo que seguía.
“Sorpresa”.


 
 
 
 
 
 
 


 
 
                                                            

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